Mujeres, niñas y niños primero por Fernando Vázquez Nájera

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Mujeres, niñas y niños primero

Por Fernando Vázquez Nájera *

A mi padre, 103 años menos 2 semanas.

Descanse en Paz.

 

Dadas las condiciones de violencia en México, no debería existir otra prioridad que la de proteger la vida de mujeres, niñas y niños ante cualquier riesgo inminente que ponga en peligro sus vidas. Ninguna alerta de género o Amber puede funcionar cuando la cadena de responsabilidad de autoridades e instituciones se rompe o se trunca, tampoco cuando la artrosis burocrática tarda siquiera en reaccionar para atender una emergencia de una mujer o niña desaparecida.

Las cifras aterradoras de feminicidios, violencia de género, abuso infantil, homicidios de menores de edad, todo esto y más mantiene un clima de sobresalto, enojo, impotencia, ira y malestar generalizado entre una sociedad mexicana que, en su pluralidad y diversidad, reacciona una y otra vez ante un nuevo caso de violencia y muerte que sobrepasa constantemente el mínimo de racionalidad y humanidad.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el Departamento de Seguridad Nacional de ese país implementó una campaña dirigida a toda la población: “If You See SomethingSay Something” (Si ves algo, di algo), con el propósito de involucrar a todas y todos para detectar actividades sospechosas y activar los protocolos de las autoridades ante riesgos que pudieran ser inminentes. En México necesitamos propiciar un cambio de actitud profundo y rápido, que deje de lado la pasividad, impotencia e ira, para ser partícipes de un cambio activo que permita denunciar un maltrato o una situación violenta, que lo mismo ocurre en nuestra calle, colonia, en nuestro trabajo, camino a la escuela, en cualquier lugar, pero que desate protocolos precisos donde las autoridades no duden en qué hacer y cuándo hacerlo.

Cuando la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se resistía a decretar la alerta de género en la capital del país, argumentó con razón que las medidas en sí mismas no respondían a la magnitud de la problemática social vinculada a la violencia de género. Expresó que buscaría un conjunto de acciones en concierto con las organizaciones sociales y las dependencias a su cargo para hacer frente de forma efectiva y permanente. Sin embargo, el problema es de tal magnitud que, en tanto se diseñan y aprueban nuevos protocolos, la realidad sigue cobrando vidas que, creemos, pudieron salvarse.

La dinámica de violencia en nuestro país ha escalado al punto de que las cifras record de homicidios dolosos en Guanajuato, se superponen a la de los menores de edad asesinados el año pasado, junto al conflicto de violencia de género al interior de la UNAM, pasando por la disputa de territorios de la Unión Tepito y la Anti Unión Tepito en la Ciudad de México, sin dejar de lado la fabricación de culpables por policías en Tamaulipas, y un largo y sinuoso etcétera que tunde, un día sí y el otro también, el espíritu y ánimo de una sociedad cansada de no ver resultados positivos, dando latigazos de ira sólo para superar la impotencia que casi permea la totalidad de la esperanza que se diluye cada mañana.

Si en verdad existe la voluntad de hacer las cosas diferentes desde el Gobierno Federal y, además, realmente hay una estrategia que aspira a ser efectiva para pacificar al país, es momento de concentrar todos los esfuerzos, todas las capacidades, toda la experiencia para comenzar a hacer la diferencia y salvar la vida de cientos, miles de mujeres y menores de edad, principalmente. Urge como nunca que este gobierno tenga un éxito y bien puede comenzar por canalizar toda la fuerza del Estado hacia la prevención y combate de la violencia dirigida a este núcleo poblacional. Cambiar a México nunca ocurrirá si todo lo dejamos al gobierno, la sociedad debe ser el acicate de todos los gobiernos para detonar ese cambio positivo que urge.

 

*Analista político.

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