En el Centenario de Don Luis H. Álvarez, escribe Fermín Ramírez

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CENTENARIO DE DON LUIS H. ÁLVAREZ

Por Fermín Ramírez*

El 25 de octubre de 1919 nació don Luis H. Álvarez en Santa Rosalía de Camargo (hoy Ciudad Camargo), Chihuahua, por lo que este día se cumple un siglo de tal acontecimiento.

Don Luis, como siempre le llamamos con admiración y profundo respeto, creía firmemente en el deber de participar en política, más allá de falaces nomenclaturas de izquierdas y derechas.

Creía con firmeza que mujeres y hombres debíamos ejercer el papel de ciudadanas y ciudadanos, no de simples habitantes de un país.

Sabía que la política tiene mala fama.

“Afirmamos que la política es el ámbito del mal y de los malos —me decía— y como nosotros somos muy buenos, nos hacemos a un lado, y, así, dejamos el camino libre para quienes ni siquiera se plantean dilemas éticos”.

Escribió Carlyle (en “Los héroes”) que “lo que un hombre guarda en su corazón y considera verdadero, concerniente a sus relaciones vitales con este Universo misterioso, y su deber y destino, en todos los casos, es la cosa primordial para él, y determina lo demás. Esa es su religión.”

La religión para don Luis era la política, entendida como la inagotable búsqueda del bien común, en beneficio, particularmente, de quienes padecen desigualdad, discriminación e injusticia.

Don Luis realizó estudios básicos en su estado natal y de educación media y superior en Austin, Texas, Estados Unidos.

Fue un reconocido luchador social, ubicado entre los ciudadanos comprometidos con la transformación pacífica y democrática de México.

Su trayectoria personal y política se caracterizó por la congruencia entre el pensar y el hacer, con estricto apego a valores éticos.

Constituye un ejemplo de que es posible conciliar honestidad y honradez con eficiencia y eficacia, en la actividad pública.

Siempre hombre de trabajo, en su ciudad natal comenzó a realizar diversas actividades empresariales, que continuaron cuando la familia Álvarez cambió su domicilio a Ciudad Juárez.

Durante algunos años, se dedicó a la agricultura y a la ganadería y, posteriormente, a la industria textil.

En su carácter de hombre de empresa, en 1951 fue miembro de la Asociación Cívica de Ciudad Juárez, Chihuahua, y dos años después del Comité Pro-Derechos Ciudadanos.

También se desempeñó, durante dos periodos (entre 1976 y 1979), como presidente de la Cámara Textil del Norte.

Desarrolló desde entonces una profunda sensibilidad acerca del compromiso humanista de la actividad empresarial.

Crítico del entorno social y político, en el que predominaban la imposición y el caciquismo, en una patria que, luego de su época revolucionaria, aún emanaba fuerte olor a pólvora, don Luis se planteó el dilema de vivir una vida cómoda, merecidamente llena de satisfacciones, o hacer a un lado esa existencia muelle para buscar senderos de equidad, democracia y justicia para todos.

Eligió lo segundo.

Escogió un camino largo, incierto, azaroso y, en no pocas ocasiones, ingrato: la política.

Su primera participación política, dentro del Partido Acción Nacional (PAN), fue como candidato de esa organización a gobernador de su estado natal, en 1956.

Lejos de redituarle ganancias materiales, su actividad consumió desde el inicio partes sustantivas del patrimonio familiar.

No obstante, fundamentó su labor política en principios e ideales, no en intereses personales.

Así, supo dar prestigio y honra a la actividad política.

Desde entonces, su ardua lucha cívica estuvo signada por la firme, tenaz y pacífica defensa de la voluntad popular expresada en el voto.

En 1958, contendió por el PAN para la Presidencia de la República.

Realizó una intensa campaña en el país, donde enfrentó con aplomo a un régimen en plenitud de su fuerza.

En sus actividades proselitistas sufrió hostigamiento; en su natal Chihuahua pistoleros asesinaron a un joven activista de su campaña; durante su paso por Zacatecas, fue injustamente detenido y pisó la cárcel por el único “delito” de ser candidato de oposición.

Nada lo hizo detener su lucha, que no terminó en esos comicios.

Fue candidato al Senado de la República en 1982.

En 1983, fue electo Presidente Municipal de Chihuahua, cargo que desempeñó hasta 1986.

Durante su gestión como alcalde, realizó una marcha por la democracia, que comenzó en su estado y terminó en Querétaro.

En esa movilización pacífica denunció cambios sesgados a la legislación estatal en materia electoral.

Cuando en 1986, en víspera de las elecciones para el Gobierno del estado de Chihuahua, vio avanzar la violencia de un fraude gigantesco que amenazaba burlar la voluntad de los ciudadanos, ante la maquinaria del poder opuso no la fuerza, sino el sacrificio de su salud y el precio, si era necesario, de su vida.

En julio de 1986, inició una huelga de hambre de 40 días, como una manera pacífica de expresar su desacuerdo por los atropellos a la voluntad popular.

Aunque el fraude, calificado cínicamente como “patriótico”, se consumó, con su ayuno público ganó una batalla moral que rindió fruto.

Los más diversos sectores se pronunciaron por la necesidad de una apertura democrática en México y el ayuno hizo eco en dirigentes como Heberto Castillo, con quien Álvarez estableció una fructífera amistad.

De 1987 a 1993, fue Presidente Nacional del PAN. Durante su gestión, su partido ganó, por vez primera, los gobiernos de los estados de Baja California, Guanajuato y Chihuahua.

En la historia reciente del país, de hegemonía de un partido único, nunca una entidad federativa había sido gobernada por la oposición.

Esos triunfos significaron un importante avance para el fortalecimiento de la democracia en México.

Adicionalmente, durante esta etapa, fue protagonista de procesos históricos que son paradigmas de la evolución democrática de nuestro país, como fue el caso de los comicios de 1988.

Fue Senador por Chihuahua en la LVI y LVII legislaturas (1994-2000). Durante esta responsabilidad, fue presidente de la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Senado de la República, en cuyo seno promovió la aprobación de leyes para la preservación del patrimonio ecológico de México.

Durante su labor legislativa, fue Presidente fundador de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), instancia creada a iniciativa del entonces presidente de la República, Ernesto Zedillo, para coadyuvar en la construcción de un Acuerdo de Paz entre el Gobierno Federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), organización que en 1994 irrumpió en el estado de Chiapas.

Don Luis nunca escatimó su reconocimiento al EZLN y al Subcomandante Marcos por su firme llamado de atención sobre las inadmisibles condiciones de pobreza, marginación y discriminación que han padecido los pueblos indígenas.

Convencido de que el tema merecía la mayor atención estuvo vinculado desde entonces con pueblos y comunidades de Chiapas.

El 24 de noviembre de 2000, el presidente Vicente Fox lo designó Coordinador para el Diálogo y la Negociación en Chiapas, tarea en la que desplegó un importante esfuerzo por reanudar el diálogo de paz con el EZLN, al tiempo que estableció y fortaleció una interlocución directa con las comunidades indígenas de Chiapas, a las cuales atendió sin distingo de filiación ideológica, política o partidista.

Fue entonces cuando lo conocí personalmente y empecé a trabajar a su lado, durante 16 años.

Lo vi abrir caminos, con vigor y entusiasmo, a una edad en la que la mayoría de los mortales están muertos.

Don Luis cumplió su trabajo con discreción, humildad, tenacidad, perseverancia, tolerancia y un profundo respeto por los indígenas de Chiapas.

Convencido de que una paz verdadera, justa y digna, debe sustentarse en la justicia social, promovió la atención a los habitantes de comunidades indígenas excluidas del desarrollo durante decenios, e incluso centurias, sin menoscabo de su libertad de pensamiento y organización.

En su diálogo con hombres y mujeres de los más remotos rincones de la zona de conflicto de Chiapas, promovió los valores de la paz, la unidad y la reconciliación.

En diciembre de 2006, el entonces presidente de la República, Felipe Calderón, lo nombró Director General de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, donde tuvo la oportunidad de servir a los indígenas de todo el país, con base en los principios practicados en Chiapas.

El 14 de febrero de 2008, en sesión solemne, el Congreso del Estado de Chiapas le otorgó el reconocimiento como “Ciudadano Distinguido” de esa entidad, por su trabajo a favor de las comunidades indígenas.

Tres años después, en diciembre de 2009, el presidente Calderón lo designó consejero para la Atención a Grupos Vulnerables de la Presidencia de la República, tarea que realizó con entusiasmo a favor de sectores de la sociedad que han padecido diferentes situaciones de exclusión.

En 2010, el Senado de la República le otorgó la Medalla Belisario Domínguez, máximo galardón que el Congreso Mexicano otorga a un ciudadano que se haya distinguido por sus actividades cívicas.

Desde finales de 2012 a 2015 se desempeñó como asesor legislativo de la fracción parlamentaria del PAN en el Senado de la República.

Escribió los libros Medio siglo, Corazón indígena, Lucha y esperanza de los pueblos originarios de México y La política. Júbilo y esperanza. Correspondencia entre Manuel Gómez Morín y Luis H. Álvarez (1956-1970).

Don Luis supo ganarse el aprecio y la confianza de muchos mexicanos quienes señalan que su ejemplo cívico, su intensa lucha pacifista por la ampliación de los derechos humanos y las libertades es patrimonio no de un partido político sino de la Nación misma.

Ya mito, ya leyenda, a los 96 años de edad, el 18 de mayo de 2016, don Luis H. Álvarez trascendió.

Entró de lleno con la mayor discreción y comedimiento en las páginas de nuestra historia

El guerrero eterno cerró sus ojos.

Su luz es eterna.

* Maestro en Periodismo Político

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